En Espíritu & En Verdad

Pero llega la hora, y ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre busca que tales personas le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. – Juan 4:23-24

Qué declaración tan poderosa: el Padre está buscando adoradores, pero la adoración debe ser según Sus términos, en espíritu y en verdad.
La Biblia enseña que somos seres de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. (1 Tes. 5:23)
Vivimos en un cuerpo, nuestro traje terrenal. Nuestra alma es donde tienen lugar nuestra voluntad y nuestras emociones, y muchas veces está llena de acción de gracias cuando tenemos intimidad con Dios. Sin embargo, es el espíritu el que se relaciona con el Espíritu de Dios en la adoración, permitiéndonos tener comunión directa con Él, ya que Dios es Espíritu. Sin el Espíritu Santo, no podemos adorarlo verdaderamente; porque lo cambia todo, nos da una nueva dimensión y apreciación de lo que debería ser la adoración.
‘En verdad’, requiere corazones sinceros. Significa que la adoración solo ocurre en entrega, porque no ofrecemos adoración a ningún ser humano, en ningún momento; sólo al Señor. 

En el Antiguo Testamento, en relación con los sacrificios, el libro de Levítico ilustra lo que se puede ofrecer y lo que no se puede ofrecer.
Exige que siempre se ofrezca incienso en cada sacrificio. “Cuando alguien presente una ofrenda de grano al Señor, su ofrenda será de la mejor harina. Le echarán aceite de oliva, le pondrán incienso y se lo llevarán a los sacerdotes hijos de Aarón. El sacerdote tomará un puñado de harina y de aceite, junto con todo el incienso, y lo quemará como porción conmemorativa sobre el altar, como ofrenda vegetal, en aroma agradable al Señor. (Levítico 2:1-2)
El incienso en el Antiguo Testamento es un tipo de adoración. Es una goma aromática que proviene de un árbol y no tiene belleza en sí misma, pero una vez que se quema, da una gran fragancia; en eso se convierte nuestra adoración hacia Él.

En cambio, hay otra cosa que no se debe dar como ofrenda: la miel. “Toda ofrenda de grano que traigas al Señor debe hacerse sin levadura, porque no quemarás ni levadura ni miel en una ofrenda presentada al Señor”. (Levítico 2:11)
Ahora bien, la miel, antes de estar en el fuego, es dulce y sabrosa, pero cuando se quema se vuelve una masa negra, amarga y pegajosa. Y lo que el Señor está diciendo es: “No me ofrezcan ningún culto que no resista el fuego. Ofréceme incienso, porque cuanto más fuego hay, más dulce se vuelve. Pero no me ofrezcas una adoración que, cuando sea probada y juzgada, se convierte en un desastre negro, amargo y pegajoso”. Piensa en eso. 

Pregúntate: '¿Estoy poniendo miel en mis oraciones o están llenas de incienso? ¿Le estoy diciendo a Dios cosas dulces que no viviré, o le estoy orando en espíritu y en verdad?

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