Nada Más

“Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó. – Romanos 8:30

Aprendí desde temprana edad, tratando de encontrarle sentido a nuestra existencia, que fuimos creados para darle gloria a Él (según Isaías 43:7), y sería bastante fácil vivir una vida que lo honre y apunte hacia Él si no fuera por las inseguridades y el orgullo que alimenta nuestra necesidad de exaltarnos y convertirnos en alguien. Es por eso que con tanta frecuencia las personas se convierten en lo que hacen, o se identifican con su trabajo, productividad, comunidad o emociones como su propósito en la vida como una forma de justificarse.

Romanos, escrito por el Apóstol Pablo, tiene una perspectiva diferente sobre este asunto; que Dios nos ha escogido antes de la fundación de este mundo, sin lograr nada ni tener ningún mérito propio, y nos designó para compartir Su gloria haciéndonos semejantes a Cristo y llevar a cabo Su propósito para nosotros.
Gálatas 1:15-16 lo explica mejor: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,  revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre,
¡Dios elige, llama, y también revela! 

El mayor misterio sobre nuestra vocación y pertenencia radica en la revelación de Jesús.
Le sucedió a Pablo que cuando la revelación de la verdad y el poder de Jesucristo tuvo lugar en su vida, permitió la revelación del llamado que tenía para el apostolado, ¡y Dios se complace en revelarnos a Su Hijo!
Cuando nos damos cuenta de quién es Él, entonces nos damos cuenta de quiénes somos nosotros y a qué estamos llamados; además, nos conduce al cómo. 

La gracia, la elección, el llamado y la justificación: todo es una elección incondicional.
Filipenses 3:4-8 “…aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.” 

“Darlo a conocer” – esa es ahora nuestra mayor misión gracias a la revelación que sucede dentro de nosotros, el valor supremo que reside en nosotros, la razón por la cual ahora podemos convertirnos en luz del mundo y sal de la tierra.
Jesús. Él es la razón por la cual las personas notan en nosotros la realidad de Dios y lo glorifican.
Todo es por causa de Jesús. Nada más.

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