Respira

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. - Juan 16:33

Todos tenemos tantas cosas en común; independientemente del país en el que vivamos, nuestros antecedentes o nuestras creencias. Todos estamos cubiertos bajo las mismas estrellas por la noche y recibimos la luz del sol todos los días. Compartimos tanto, como nuestra capacidad de preocuparnos por nuestro futuro. Muchas veces nos sentimos solos en este mundo a la hora de enfrentar nuestros problemas, como si solo nos pasaran a nosotros, pero no se equivoquen, estamos todos juntos en esto. “En este mundo tendremos aflicción” es una garantía para esta vida, dada en la Palabra de Dios honesta e inalterable; tal como la esperanzadora promesa de la segunda parte: “Ánimo, porque yo he vencido al mundo”.

Versículos de la Biblia como 1 Pedro 5:7 “Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” son generalmente los que crecemos memorizando en la escuela dominical, permaneciendo queridos en nuestros corazones como adultos. Pero, ¿qué es la ansiedad, de todos modos? Es el resultado de nuestra proyección de cómo debemos arreglar nuestro futuro.
Muy a menudo sentimos que los problemas y las penas de la vida están frustrando los planes que hemos creado para nosotros mismos, por lo que tenemos la necesidad de arreglarlos (al menos en nuestra mente). Los planes de Dios para nosotros son diferentes, llenos de paz y descanso, con el fin de beneficiarnos. Lamentablemente, por nuestra falta de intimidad con Él, no permitimos que sus caminos prosperen en nuestra vida, creándonos la irracional necesidad de querer controlarlo todo. La ansiedad niega la soberanía de Dios y nos hace vivir en el pecado más olvidado: el orgullo.

Los médicos dicen que la ansiedad es el huésped invisible; nadie lo ve, pero se queda con todos. El problema con la ansiedad no es solo que no sirve para nada, sino que también hace que alteremos nuestras prioridades. Sin embargo, el mayor problema es que ignora que Dios se preocupa por nosotros, destruyendo nuestra confianza en Su provisión. ‘Echar nuestras preocupaciones sobre Él’ no significa tomar todos nuestros problemas y penas en una oración preocupada día tras día. Significa todo lo contrario si leemos el contexto: “Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte cuando fuere tiempo” (1 Pedro 5:6).

La humildad no tiene nada que ver con desacreditar la creación de Dios y orar angustiados por la carencia que vemos en nuestro futuro. Humillarnos es reconocer nuestra necesidad de Dios y Su capacidad para hacer mucho más de lo que podemos pedir, soñar o imaginar. Hasta que nos humillemos, no tenemos parte en echar nuestras ansiedades sobre Él; porque primero debemos entender cuánto le importa. El problema de la ansiedad nunca ha consistido en arreglar el futuro; más bien de nuestro problema oculto en el presente, el orgullo. La verdad es que no podemos controlar todo en la vida. Dios lo hace. Él es perfectamente capaz de hacerlo y quiere hacerlo.

Si eres como yo, esto debería ayudarte a respirar mejor.

Previous
Previous

Una Historia Incomprendida

Next
Next

Elegir Amigos